jueves, 29 de enero de 2009

el día cultural


Prensa en Lima

Empezaré a colgar algunas de las cosas que salieron en Lima, las que encuentre en la red porque ya me di cuenta que nunca las escanearé.

Yo porno tuve

Artículo en el El País


Gente corriente practicando sexo corriente... ante los ojos del mundo. Nos adentramos en el creciente mundo de las películas pornográficas hechas por aficionados y colgadas en la Red.
POR fin mi marido y yo hemos decidido colgarnos juntos en la Red. Desde hace unos días, nuestro vídeo de sexo amateur puede encontrarse en una de las versiones pornográficas de YouTube. No diré cuál: Redtube.com, Pornotube.com, Youporn.com, Sexsube.com, Pornotuvo.com... cualquiera de esas webs que llevan en su nombre las palabras "tube" o "porno". O la consigna del "hazlo tú mismo".

Leer todo AQUÍ.



Rodaje Pospornográfico en El País




viernes, 23 de enero de 2009

martes, 20 de enero de 2009

Gatúbela en Moleskine



Ivan Thays, finalista del último premio Herralde, me ha dedicado un generoso post en su visitado Moleskine que acoge el portal ElBoomeran(g). Al parecer lo puse en aprietos pues su hijo de seis años encontró mi libro y le preguntó por la chica de la foto. Me encanta su enfoque sobre el disfraz (ya alguien del que hablé en este blog había comentado lo de los personajes enmascarados que habitan el libro pero todavía nadie había dicho que yo era uno más). También me gusta mucho ser la chica del grupo, la gatúbela (cat woman) entre superhéroes y villanos.

lunes, 19 de enero de 2009

Alonso Cueto (el más guapo)



DESPUÉS DE LOS LÍMITES

Por Alonso Cueto
Fuente: Perú21
Ver enlace AQUÍ.

El sexo, el erotismo o la pornografía (no sé si son diferenciables en la práctica) siempre han acompañado a la literatura. Desde los poemas del Arcipestre de Hita hasta las fábulas modernas de Julio Cortázar, la exploración en el cuerpo real o imaginario, han sido una obsesión que ha buscado su expresión escrita.

Algunos autores como D.H. Lawrence lo convirtieron en la veta esencial de su obra. Lawrence, quien escribió libros tan meticulosamente sensuales como Mujeres apasionadas y El amante de Lady Chatterley, sentía tal veneración por la sexualidad que no aceptaba que se contaran chistes rojos en su presencia. Consideraba que se trataba de bromas que vulgarizaban lo que para él era un objeto de culto sagrado: la experiencia sexual. Sin embargo, los tiempos modernos, poco inclinados a tomarse los grandes temas en serio, han convertido la sexualidad también en una fuente de bromas, como ocurre con frecuencia en el cine de Woody Allen.

Sexografías (Planeta), de Gabriela Wiener, es un libro de crónicas, entre la inocencia y la impudicia, que puede leerse como una serie de relatos reales. Se trata de historias de no ficción escritas con un tono elocuente que aprovecha al máximo muchos recursos literarios. El libro cuenta historias de transgresores sexuales, empezando por la propia autora. En los textos desfilan las palabras torpes y audaces de un actor de cine porno, las voces de un local de 'swigers’ (intercambio indiscriminado de parejas), y algunas escenas de un festival de cine erótico, presidido por la fatídica Monique.

Esta última es un ejemplo del tipo de personaje desmedido de Sexografías. Emperatriz del sadomasoquismo, que ha ascendido a la categoría de Sublime Lady, miembro de la Corte del mundo al revés, Monique se nos aparece a través de su “ojo gélido, como el ojo de un pez”. Su local de trabajo es un castillo en la República Checa, visitado por empresarios acaudalados que se someten al dominio de la reina Patricia I, la encargada de gratificarlos con las mayores crueldades “de las que es capaz una mujer”.

El libro de Wiener está escrito con soltura, gracia y pasión por sus temas. Lo anima una vocación por romper los límites de la moral convencional, y a la vez de presentar seres reales en sus historias. Pocos autores tan jóvenes tienen la soltura y a la vez la curiosidad inocente que ella muestra en este libro. Esperamos otros libros y otros temas, con el mismo espíritu subversivo.

miércoles, 7 de enero de 2009

Generaciones recientes/libros 2008 en La Vanguardia

La literatura de las recientes generaciones de autores se atomiza y diversifica
Los libros publicados en 2008 dibujan un prometedor panorama para una serie de narradores


Tienen relevo los Enrique Vila-Matas, Javier Marías o Quim Monzó? La respuesta es obvia: sí. En primer lugar porque siempre hay un nuevo orden que sustituye y se solapa con el anterior. Y, en segundo, porque los libros publicados en este 2008 que se acaba dibujan un prometedor panorama para una serie de narradores. En este reportaje nos ocupamos tan sólo de aquellos autores nacidos a partir del año 1968, y prestamos atención, sobre todo, a sus últimas obras. En castellano, destacan con luz propia los nombres de Ricardo Menéndez Salmón, Isaac Rosa y Juan Gabriel Vásquez. En catalán, hay que citar a Najat el Hachmi, Llucia Ramis y Francesc Serés. En general, todos ellos suelen abominar de encasillamientos. Hace algunos años, surgió en la literatura catalana el grupo de los imparables, que incluso suscribieron un manifiesto. Hace dos años, hizo fortuna el término generación Nocilla a raíz de la novela de Fernández Mallo. El momento actual se caracteriza por su diversidad y porque muchos autores tienen blogs, los nuevos cafés literarios.

Arrepentíos. Sin duda, en la narrativa en castellano este ha sido el año de los que el crítico J. A. Masoliver Ródenas califica como "los apocalípticos": Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971), que ha publicado El derrumbe,e Isaac Rosa, autor de El país del miedo. "Ambos nos hablan - explica Masoliver-del derrumbe de la sociedad contemporánea, de que el mundo se hunde, y que los ordenadores, el miedo y las amenazas a la privacidad nos dominan". Menéndez Salmón sitúa a un monstruo en una población mediterránea, mientras que Rosa establece un catálogo de los miedos contemporáneos.

El aroma de lo clásico. Toda clasificación es correosa y tendente a rechinar. Sin embargo, alguien tiene que hacer el trabajo sucio. En su ensayo La luz nueva,Vicente Luis Mora simplifica taxonomías y divide a los escritores jóvenes en tres grupos. En "los narradores tardomodernos, que repiten las estructuras tradicionales o clásicas" entrarían Juan Manuel de Prada, Espido Freire o Marcos Giralt Torrente. Y se opondría a la línea destroyer (narrar juergas y excesos) que en su día encarnó José ÁngelMañas.

Los posmodernos. El segundo grupo lo formarían, prosigue Mora, "los posmodernos, donde yo incluyo a Javier Calvo (Barcelona, 1973) o Robert Juan-Cantavella (Almassora, 1976). Sus estructuras son un poquito más experimentales, narran de una forma fragmentaria en sintonía con el lenguaje del cine y la televisión, en unas historias en las que las tramas y los personajes andan más disueltos". Algunas obras del cacereño Julián Rodríguez (Ceclavín, 1968) se ajustan como un guante a la definición. El Mundo maravilloso de Calvo es digno de mención, así como El Dorado de Cantavella, una visión crítica de las aberraciones urbanísticosociales del Mediterráneo.

Fiebre digital. Mora habla finalmente "de los narradores pangeicos, que tienen una preocupación por lo digital y las nuevas tecnologías, más arriesgados que los posmodernos: Javier Fernández, Jorge Carrión..." Gabi Martínez (Barcelona, 1971) pertenecería a este último grupo si atendemos a Ático,novela ambientada en un videojuego, pero al primero, el más clásico, si nos referimos a sus dos últimas obras, la conradiana Sudd y el libro de viajes Los mares de Wang.

Audacia controlada. Experimentando, sin exagerar, tenemos a José María Pérez Zúñiga (Madrid, 1973), en cuyo Rompecabezas a un parado se le aparece un hada que le conmina a buscar a su padre desaparecido. O al Ignasi Ribó (Barcelona, 1971) de Polifemo. En catalán, los casos más claros son Anna Carreras (1977), autora de Tot serà blanc, y Martí Sales (1979) con Dies feliços a la presó.

A la caza del best-seller. Otro grupo claro es el de los autores que apuntan al best-seller global. El astro, sin discusión, es Javier Sierra (Teruel, 1971), autor de La cena secreta, cuyas obras se venden por centenares de miles de ejemplares. A destacar la irrupción de Francesc Miralles (Barcelona, 1968), autor de La profecía 2013, a quien hay que añadir Félix J. Palma (Sanlúcar de Barrameda, 1968) con El mapa del tiempo. En catalán, destaca Martí Gironell (Besalú, 1971), autor de dos novelas que utilizan hechos de la historia de Catalunya: El pont dels jueus y La venjança del bandoler.

Género abierto. En la narrativa de género, citemos la apuesta policiaca de Mercedes Castro (Ferrol, 1972) en Y punto, y, en catalán, la irrupción de Marc Pastor (Barcelona, 1977) que, en La mala dona, rescata un truculento caso verídico sucedido en Barcelona. Gerard Guix (Vic, 1975) ha sorprendido con la novela Dia de caça, un thriller rural con ecos de Saura.O la ciencia ficción de Federico Fernández Giordano (Montevideo, 1977), último ganador del premio Minotauro.

Sentido y sensibilidad. Andrés Barba (Madrid, 1975) es otro de los nombres destacados. Acaba de publicar una novela cortísima, Las manos pequeñas,en la que, a decir de Masoliver, "hace un planteamiento de literatura sutil, de relaciones humanas, un poco perverso, creando atmósferas entre Lewis Carroll y Nabokov".

Personajes reales. Mezclar datos históricos y realidad, personajes reales y de ficción, es la vía que utilizan Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976) en La suite de Manolete,Harkaitz Cano (Lasarte, 1975) en El filo de la hierba y Miguel Barrero (Oviedo, 1980) en Los últimos días de Michi Panero,con, respectivamente, Manolete, Hitler y el diletante Michi Panero como artistas invitados.

Derrotados. El cineasta David Trueba (Madrid, 1969) parte, en la novela Saber perder,de cuatro personajes a los que la vida golpea para reivindicar el valor de las derrotas. Y Manuel Pérez Subirana (Barcelona, 1971) aborda el absurdo de la vida en Egipto, a partir del chusco suicidio de un seguidor de la selección egipcia.

La América clásica. Si los latinoamericanos aportaron, en los años del boom, el frescor del atrevimiento, ahora parece que son ellos los que refuerzan el lado clásico de la novela. En palabras de Masoliver, "no tienen miedo de abordar proyectos más ambiciosos". Dos son los nombres más remarcables: Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) y Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973). Masoliver ve en el primero "una marca de la tradición de Vargas Llosa" y en el segundo "ecos conradianos".Asimismo, Javier Argüello (Santiago de Chile, 1972) hurga, en El mar de todos los muertos,en la identidad y la naturaleza de la ficción. Lucía Lijtmaer (Buenos Aires, 1977) se aventura en el género poético y la rompedora Wendy Guerra (La Habana, 1970), en Nunca fui Primera Dama ofrece la historia de una madre y una hija en Cuba. Matías Néspolo, Pablo Manzano o Rodrigo Díaz Cortés son más nombres de futuro.

La cultura pop. Kiko Amat (Sant Boi, 1971) es un autor influido por los fanzines, Londres, la televisión... El año pasado publicó Cosas que hacenBUM.Edgar Cantero (1981) también llena su novela Dormir amb Winona Ryder de referencias a la cultura pop y audiovisual. Habría vinculaciones entre este último grupo y el movimiento Nocilla,cuyo teórico de cabecera es Eloy Fernández Porta (Barcelona, 1974), quien acaba de publicar el ensayo Homo Sampler,y que es promotor de la etiqueta afterpop. Masoliver cree que "esta gente produce mucho ensayo, han creado una reflexión generacional sobre la novela".

Lo breve y bueno. En el género del cuento, hay que saludar el debut de Sònia Hernández (Terrassa, 1976), con Los enfermos erróneos y la aportación de Espido Freire, El trabajo os hará libres.Pilar Adón (Madrid, 1971) nos habla en sus Viajes inocentes de la gente que se quiere ir a otro lado, En catalán, destaca Pere Guixà (1973) y recientemente se han revelado Borja Bagunyà (1982) y el leridano Enric Pinyol (1972), con sus cáusticos cuentos en Recursos humans.

El nuevo periodismo. Entre los reporteros que demuestran que este oficio puede tener más que ver con la buena literatura que con los insulsos comunicados oficiales podemos citar a Luis Benvenuty (Salamanca, 1974), que en Mudanzas radiografía la emigración del extrarradio barcelonés. O aÁlvaroColomer (Barcelona, 1973), cuyo Guardianes de la memoria rastrea los estigmas que han marcado cinco lugares de Europa: Gernika, Chernobil, Transilvania, Lourdes y Auschwitz. O a Ricard Ruiz Garzón (Barcelona, 1973), quien en Esquizo bucea en las profundidades de la esquizofrenia. O la rompedora - a lo gonzo-Gabriela Wiener (Lima, 1975), quien en sus Sexografías se ha lanzado sin red al abismo de las costumbres sexuales de nuestros días. Sin salirnos del tema, Hernán Migoya (Ponferrada, 1971) ha escrito la biografía de la stripper Chiqui Martí, y David Barba (Barcelona, 1973) publicará en abril Cien españoles y el sexo, unas entrevistas intergeneracionales. Y, en la sobrecogedora Amarillo,Félix Romeo reconstruye la biografía de su amigo Chusé Izuel, que se suicidó en Barcelona. En catalán, está el caso del periodista Xavier Gual (1973), que trazó en Ketchup un ácido retrato de la juventud.

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Diario Perfil de Argentina

Las otras caras del sexo

Por Maximiliano Tomás
Diario Perfil

La crónica periodística latinoamericana sigue encerrada en la misma paradoja desde hace años: a pesar de haber cada vez más profesionales interesados en escribirla, y aparentemente más lectores en leerla, son muy pocos los medios que publican este tipo de textos. Al margen de algunos tibios intentos locales (cosa extraña, ya que la Argentina cuenta con un grupo nada despreciable de cronistas de primera línea, entre los que se destacan Cristian Alarcón, Josefina Licitra o Leila Guerriero), son siempre las mismas revistas las que se empeñan en apostar por el género: Gatopardo en México, SOHO, Donjuán y El Malpensante en Colombia, Etiqueta Negra en Perú. ¿Cuáles son las diferencias básicas entre una crónica y un texto periodístico corriente? Por lo general, las crónicas son piezas extensas, que intentan ver más allá de lo cotidiano, que pretenden descubrir historias poco transitadas o nunca contadas, y que están escritas de la mejor manera posible: con las herramientas de la ficción. En los últimos tiempos, a pesar de su escasa circulación en los medios tradicionales, se hicieron cada vez más habituales los encargos a cronistas por parte de la industria editorial: marginado de los diarios y las revistas, el género está encontrando su lugar en los libros.

Dentro de la crónica existe un subgénero reconocible, el Gonzo, creado por el escritor estadounidense Hunther S. Thompson (en el que la mirada subjetiva a la hora de contar se extrema, y aparece el cuerpo del cronista como vehículo de la narración: recordar Pánico y locura en Las Vegas) y retomado por algunos periodistas latinoamericanos. En la Argentina, Cicco (Emilio Fernández Cicco) fue su cultor más habitual, y en base a sus artículos publicó el libro Yo fui un pornostar y otras crónicas de lujuria y demencia. Si la crónica suele preferir como objeto narrativo la vida que transcurre en los márgenes, lo cierto es que pocos se ocuparon, como Cicco –o como Daniel Riera, en un notable texto sobre sadomasoquismo recogido en el volumen Crónicas filosas–, en transitar los bordes de esa fuerza poderosa y determinante que es la sexualidad humana. Es aquí donde hace su aparición la cronista peruana Gabriela Wiener, con los textos de su primer libro: Sexografías (Melusina, 2008).

Wiener nació en Lima en 1975, estudió Lingüística y Literatura, y desde 2003 reside en Barcelona, donde vivió la mayor parte de las historias reunidas en este libro: el relato de una noche en un club swinger acompañada por su marido; la vez en que fue voluntaria de una célebre dominatriz en un show público de BDSM (bondage, disciplina, dominación y sumisión); o cuando se convirtió en donante de óvulos para una fertilización asistida. Si bien hay aquí otras experiencias límite (la ingesta voluntaria de ayahuasca, por ejemplo), el carácter del libro queda marcado desde el principio con el relato de los días que Wiener pasó en la casa de Ricardo Badani, gurú sexual que vive, en completa armonía, con sus seis mujeres. Wiener tiene todo lo que hace a un gran cronista (curiosidad, sensibilidad, cultura, sentido del humor y un gran talento narrativo), a lo que le agrega una alta cuota de desenfado, sin el que le sería imposible dedicarse al Gonzo. El resultado de su trabajo es un libro dividido en tres partes (“Otros cuerpos”, “Sin cuerpo” y “Mi cuerpo”) que se lee, como apunta Javier Calvo en el prólogo, como unas memorias. Pero también como un diario íntimo, o como la novela fragmentaria de un mundo privado. Es decir, como literatura. No se puede decir nada mejor del trabajo de un cronista.