Sexografías en TBR
Gabriela WienerMelusina, Barcelona, 2008
¿Tiene usted pelos en el coño?… Muéstremelos, por favor. El semental porno Nacho Vidal insiste. Hasta que la periodista accede. Eso cuenta Gabriela Wiener, en primera persona, en Sexografías (Melusina), su primer libro, donde avanza como reportera a vivir esas escenas de sexo que en forma de fantasías también habrán tocado nuestra puerta y no las quisimos atender: Comparte a su marido en un club de alterne y se deja azotar en público por una dómina en una sesión BDSM, pasa dos noches en casa de un polígamo y sus seis esposas y en una cárcel del Perú pide a los presos que se quiten las camisetas para leer las historias que cuentan sus tatuajes. Más que lectores, Wiener busca cómplices para llevarlos hasta al final de cinco artículos y doce de las mejores crónicas del periodismo narrativo latinoamericano actual -Wiener es peruana-. Narradas al mejor estilo de Gay Talese, padre del estilo que se llamó Nuevo Periodismo, la autora se arriesga; como en aquel encuentro con Nacho Vidal, quien al final de una larga entrevista eyacula en sus zapatos.
En el prólogo, Javier Calvo advierte que Sexografías es una recopilación de crónicas que se leen como memorias. Y es cierto: Por clasificar, cualquier librero podría catalogar la obra de Wiener como “literatura de confesión” –por siempre patrimonio femenino y por épocas bandera feminista-, igual que el libro súper ventas La vida sexual de Catherine M. (Anagrama), donde la responsable de la prestigiosa revista Art Press, Catherine Mollet, cuenta los detalles de su vida sexual. O el best seller Cien cepilladas antes de dormir (Emecé), que ofrece como espectáculo la intimidad adolescente de la italiana Melissa Panarello. Cuarenta años después de El diario de Anaïs Nin, la sexualidad femenina sigue siendo un lugar tan misterioso como las colinas de Marte, y por eso vende. Pero Wiener no es famosa, ni adolescente, ni un Bukowski hembra. Su empatía parte de la felicidad nerviosa que suele transmitir un secreto contado al oído o las escenas narradas en un continuo presente que caracterizan a sus crónicas de no ficción. Pero sobre todo, lo que atrapa de Wiener es su condición de mujer anónima, madre y esposa de 33 años, que bien podrías ser tú, tu hermana o tu pareja, que esta noche salió con amigos y demora en regresar.
“La crueldad es una virtud propiamente femenina”, dice Gabriela cuando adopta el papel de sumisa frente a los látigos de la dómina Lady Monique. Y la frase queda latiendo como una bomba de profundidad. Porque Sexografías dispara más preguntas que respuestas: no es un manual para iniciados. Como una etnógrafa, Wiener adopta el papel que la antropología define como observador participante: su cuerpo es el vehículo y la sexualidad el pretexto para ir al encuentro de conflictos de género. Así se atreve a donar óvulos en una clínica de fertilidad asistida para gestar un hijo que nunca verá y viaja a París a convivir con una pareja en la que él había sido mujer y ella varón, embarazada de su única hija intercambia fotos porno de ella misma por internet con otra mujer que también espera un niño, y en la selva del Perú expande su conciencia bajo los efectos alucinógenos de la Ayahuasca, una liana del amazonas que le sirve de aliada perfecta para preguntarse “¿Cómo alguien que no veía nada de pronto creyó verlo todo?”.
Los escenarios más frecuentes de Sexografías se reparten entre Lima y Barcelona, donde la autora vive hace más de cuatro años. Pero por encima de estos paisajes más urbanos que rurales, la obra periodística completa de Wiener siempre funciona como monográfico. Porque así como Hunter S. Thompson, artífice del periodismo Gonzo, del reportero que trabaja a riesgo de perder el cuerpo o la cabeza, necesitaba el LSD, entre otras sustancias, para explicar las anomalías del Sueño Americano, Gabriela Wiener sube a la montaña rusa del sexo para entender los vaivenes del mundo cada vez más tensados por las relaciones entre géneros. El resultado son textos que combinan en proporciones parejas la potencia narrativa y el rigor que exige el periodismo. La mayoría fueron publicados por primera vez en Etiqueta Negra, la revista peruana que es referente de periodismo narrativo en América Latina y que tiene como musa el manual de estilo del New Yorker y la actitud de autores como Ryszard Kapuscinski, Gay Talese o Jon Lee Anderson. Sin embargo, a la hora de declarar principios morales, Wiener rescata en Sexografías la figura de una reportera de ficción: Lois Lane, la periodista del Daily Planet que afrontaba cualquier peligro con tal de conseguir una buena historia, y que Gabriela admira “no porque se acostara con un superhombre”, sino por lograr una exclusiva tras atreverse a experimentar vuelos nocturnos montada sobre la capa de Superman.
Leonardo Faccio
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