Hoy la periodista Cristina Fallarás ha publicado en el diario español ADN un reportaje en sus páginas centrales sobre la irrupción de un nuevo fenómeno: la "autopornografía política" o la "erótica rabiosa" sobre cuatro mujeres, ninguna de las cuales "le gustaría a tu madre". Si el sábado era parte de "una generación de cronistas que inventan la realidad", hoy martes soy parte de "una generación de narradoras que usa su propia experiencia sexual como arma contra los tópicos". Me encanta este asunto de pertenecer a algo, aunque sea por cortesía de la prensa. Yo no soy nada rabiosa, soy muy tierna y a lo mejor un poco lacra, hincha pelotas, pero la rabia no está en mi corazón, quizá sí en mi coño, pero no escribo con el coño, creo.
Toda mi vida sintiéndome una paria y ahora tengo varios grupos de amiguitos y amiguitas con los que intercambiar cromos. Las páginas son rojas, color menstruación, y creo que hay una pintura de Klimt a la derecha, dos chicas sonriendo a lo lejos, espantadas de nuestras fotos: Beatriz Preciado, con corbata y perilla (chivita), rodeando la cintura de Virginie Despentes, la autora de "Fóllame" (Viólame), con camiseta de Husker Dü. También está Lydia Lunch, personaje clave del underground newyorkino, que dice cosas como: "pornografía no es un término lo suficientemente poético para lo que yo creo, y erótica no resulta lo suficientemente brutal". Yo no sé por qué salgo en todas las fotos cogiéndome los sobacos, aunque en mi libro hay algunas pistas a cerca de eso.
Fallarás es super divertida, pero divertida de verdad. Dice: "No conocen el pudor, el recato, la sumisión, la discreción ni la decencia. Son duras, beligerantes, descarnadas, obscenas, vaya, lo que tu madre llamaría unas marranas de tomo y lomo. Pero no se lo digas a ellas, porque se pueden convertir en tu pesadilla. O lo que es peor, en tu sueño".
Además, "La literatura erótica anda bien", opinan en un despiece Beatriz de Moura, Andreu Martin y Jorge de Cominges.
besos
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