El jurado del premio FNPI por fin ha dado su veredicto y el ganador es Cristóbal Peña, periodista chileno que presentó al concurso un reportaje sobre Pinochet, pero no uno más, sino uno contado desde un ángulo inédito: la biblioteca del dictador, los libros que leía. De Peña había leído una crónica que reconstruía los últimos días de Víctor Jara. Muchas veces había imaginado la muerte de Jara porque mis papás tenían sus discos y siempre me contaban la historia del estadio, pero cuando leí esa crónica en el libro que publicó la fundación fue mejor que ver una película. Ahí hay poco que sobre, sólo datos oportunos al servicio de una historia potente que contar. Entrevista a los que compartieron encierro con Jara en el estadio y sigue a la única hija del cantante en su retiro espiritual. Peña hace demasiado bien su trabajo de reportero y eso se nota en la historia ganadora.
Entre los cinco privilegiados finalistas (el viaje a Monterrey para la premiación incluye foto con Gabo) está uno que bien podría haber ganado, el peruano Juan Manuel Robles, autor de "Lima freak" (Planeta, 2008), un libro de "perfiles" (retratos, crónicas pero de personajes) en una Lima cataclísmica. Prófugo de la crónica (hay indicios: en el encuentro colombiano siempre que podía se iba a los bares con los novelistas y nos dejaba a los cronistas bailando salsa, además su nick habitual es Pálido Fuego....) pero cronista hasta que demuestre lo contrario, es un narrador competentísimo, un lírico y un esteta. Su crónica sobre el cajero de Montesinos se publicó en la revista Gatopardo. Además es blogger folk y ostenta el curioso honor de haber ganado el primer y segundo puesto en el mismo concurso de "cuento gastonómico" por dos estupendas piezas de ficción que revelan que quizá no esté tan equivocado al preferir a veces la papa a la huancaína.
Otro de los cinco finalistas es Leonardo Faccio. Llegamos por la misma época a Barcelona con el iluso objetivo de vivir de las letras. A los pocos días de conocernos nos fuimos a Valencia cubrir una convención de tunning para Etiqueta Negra, una idea que se le ocurrió a él y a mí me pareció una estupidez pero al final resultó que era buena idea. Es una de las crónicas de mi libro. Esa vez fue como fotógrafo pero Leo hace más cosas. A él se le ocurren los temas, viaja, se involucra a fondo, toma fotos, escribe, publica y encima casi gana. Hace poco hizo un doctorado en antropología visual. Trabaja mucho porque vive de esto, ha hecho reportajes para El Mundo, La Vanguardia, El periódico, etc. Así que por cojones tenía que estar entre las cinco historias finalistas su gran crónica en primera persona, escrita para Etiqueta Negra, sobre las cobayas humanas, los sujetos que alquilan su cuerpo para experimentos científicos. Otro gonzo pero sin sexo.
Los textos en la web de la Fundación.
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