Artículo publicado en El Dominical de El Comercio de Perú este fin de semana.
Del querido diario a la autoteoría
Escrituras desde la intimidad, gonzos, performances literarias y otros textos pornográficos
Por Gabriela Wiener*
Para qué escribir sobre ti mismo, por qué escribir sobre un esposo que cae fulminado de un infarto después de cenar el pollo que le preparaste; sobre el padre que quiere que te vistas como una princesa cuando tú quieres ir de vaquero. A quién le importa si tu idea del amor es visitar innumerables veces las salas de emergencia de un hospital; o que a los quince años tu máxima diversión sea acostarte y fumar hierba con el esposo de tu madre. Por qué alguien leería la historia del tratamiento de testosterona al que te has sometido, no para convertirte en hombre, sino para edificar una "autoteoría".
Beatriz Preciado (Burgos, 1970) urde teorías. Alison Bechdel escribe novelas gráficas, Joan Didion (California, 1934), memorias y ensayo, Lydia Lunch (Nueva York, 1959) y Phoebe Gloeckner (Philadelphia, 1960) escriben diarios íntimos. No importa el continente narrativo, son discursos íntimos, escrituras pornográficas, susurros o gritos que llegan desde la habitación de al lado. Hay en todas ellas una dimensión física en la escritura y una apuesta por la recreación, aunque sus conexiones sean diversas. En algunos casos es como el body paint, en otros, como los tatuajes, una escritura sobre el cuerpo, una memoria de la piel, una marca que habla. Hay casos en que la escritura es performance pura, una exploración de los propios límites que el autor va descubriendo en el camino, para sí mismo y para el lector, como en medio de una acción callejera, una cosa viva que va hacia alguien, se transforma al contacto con la experiencia del otro y lo interpela. La intimidad en estas autoras no es sólo lo que se ve a través del ojo mágico de la puerta, es también lo que hay fuera del ojo y es el mismo ojo invertido.
Joan Didion escribió una crónica de esa nueva realidad que se abrió bajo sus zapatos tras la muerte repentina de su esposo, de ese año en que volvió a un pensamiento pre-racionalista. Didion no tiró los zapatos de John porque él podía necesitarlos y volver por ellos. Algunos críticos dicen que "El año del pensamiento mágico" (GlobalRhythm, 2006) se lee como una novela de suspenso porque la narración de Didion es un repaso obsesivo por esas últimas horas a la caza de pistas que le ayuden a reconstruir el rompecabezas del duelo y de la pérdida. El por qué uno se sienta a cenar y la vida que conoces se acaba.
En "Fun Home. Una familia tragicómica" (Mondadori, 2008), Alison Bechdel también está buscando respuestas pero sobre su padre, alguien que maquilla muertos en una funeraria, obsesionado con su casa neogótica victoriana y que "trata a sus hijos como muebles y a sus muebles como hijos". La autora está buscando revelaciones en las notas al margen que el padre dejó en un libro antes de suicidarse, en las fotos en que éste aparece al lado de adolescentes con el torso desnudo. Pero también en los borrones de sus propios diarios de niña y en el descubrimiento paulatino de su identidad lesbiana. Porque entre padre e hija hay un juego de correspondencias, de espejos e historias entrelazadas. Bechdel se dibuja de niña, con una expresión de asco, limpiando algunas de las piezas de colección del padre. El texto de la viñeta es categórico: "Desarrollé un franco desprecio hacia lo puramente ornamental. Eran adornos. Eran mentiras". El propósito narrativo de Bechdel es el de desenmascarar, pero en un proceso en el que no importa tanto que él salga del armario como que siga siendo su héroe. Antológico el elocuente silencio sólo interrumpido por breves diálogos de padre e hija en el carro:
-De pequeño quería ser niña.
-¡Yo quería ser un chico!
Otra que lucha contra la mentira es Lydia Lunch. En "Paradoxia. Diario de una depredadora" (Melusina, 2008), la escritora y performer, colaboradora de Nick Cave y Sonic Youth, escribe un diario sexual a cerca de su particular autodegradación entre los miles de corazones rotos de Nueva York, su paso de víctima a victimaria, la laceración de cada encuentro íntimo y esperpéntico, los olores, sudores y fluidos viajando a través de su proyecto predador, el modo en que, según su prologuista Virgine Despentes, "fuerza el cuerpo para que escupa su verdad".
El relato de palabras e imágenes de Phoebe Gloeckner también es un diario, pero es el "Diario de una adolescente" (La cúpula, 2007), esos diarios que son rosaditos y floreados por fuera, que tienen una llave diminuta para la diminuta cerradura y olor a jabón. Pero dentro hallamos a una pequeña Bukowski que se emborracha, se tira al marido de su madre, desea a sus amigas y escribe: "No recuerdo haber nacido. Era una niña muy fea. Mi aspecto no ha mejorado, así que supongo que fue un golpe de suerte que él se sintiera atraído por mi juventud". Gloeckner te convierte en fisgón, no, peor, te convierte en la madre que lo lee a escondidas.
"Este es el modo en que se construye y se deconstruye la subjetividad", dice Beatriz Preciado, una de las forjadoras del movimiento queer europeo (del que ahora reniega), teórica del transgénero y el postporno. En España acaba de publicar "Testo Yonkie" (Espasa, 2008), no se trata de una "autoficción", como suele llamarse al escurridizo ejercicio autobiográfico, sino de un "ensayo corporal", una experiencia política y una forma de "insurrección sexual a través de la escritura": un poco de su tesis, otro tanto de descripciones pornográficas de sexo transexual y administración adictiva de hormonas masculinas fuera de la ley. A Preciado no le interesa lo individual, no habla de sus sentimientos, lo que realmente le importa es cómo esos sentimientos "son atravesados por lo que no es mío". Como un dildo. Nora Catelli, argentina estudiosa del fenómeno autobiográfico, dice que "en lo íntimo no reside la verdad de la historia sino la vía para comprender a la historia como síntoma". En esa historia- quizá en una post sexual, bio-política y farmacodependiente- se inserta el experimento gonzo de Preciado.
Didion ha confesado que "El año del pensamiento mágico" fue un libro "inevitable". Todos estos textos comparten la condición de lo necesario y urgente. Cuando se acaban de publicar los "Cuadernos de la Guerra" (Siruela, 2008) de Marguerite Durás, que según los cables han sido "rescatados de los armarios azules de su casa en Neauphle-le-Château", no puede sonarnos sino a una entrañable anacronía (y un poco también a gruesa estrategia de márketing) que los diarios tengan que ser "rescatados" de los sótanos de la creación de un artista, sobre todo en la llamada "era de la intimidad" y en pleno desborde de los ego-blogs. Las prosas de la interioridad son ubicuas pero sólo algunas alcanzan la categoría de innegociables -como los libros de Bechdel o Didion-, avivando una poderosa tradición que hace mucho saltó del cajón a la mesa de noche.
*Es periodista. Su libro "Sexografías" (Melusina) se acaba de editar en España y en diciembre llegará a Lima con la editorial Planeta.
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